Cápsula 50: 🚀 ¿Qué es el trabajo?
Según el último informe del Estado del Trabajo en el Mundo 2025 (State of the Global Workplace 2025 Report),a pesar de los esfuerzos por humanizar el entorno laboral, la mayoría de las personas se sienten poco comprometidas, cansadas o invisibles en sus organizaciones. El trabajo ha dejado de ser una fuente de propósito o identidad para muchas personas, y se ha convertido en una carga emocional y física. Los datos del informe muestran que millones de personas experimentan tristeza, estrés o ira de forma cotidiana.
Aunque se promueve una nueva narrativa de liderazgo empático y propósito organizacional, en la práctica el sistema laboral global sigue atrapado en una lógica industrial: control, supervisión, metas de corto plazo y presión constante por resultados. Esta contradicción genera cinismo y desconfianza en quienes trabajan.
Las soluciones que propone el mainstream empresarial —más feedback, líderes más humanos, cultura organizacional— resultan insuficientes cuando millones de personas sobreviven en empleos informales, automatizados, tercerizados o directamente precarios. La mayoría de las iniciativas de mejora parten del privilegio y no alcanzan a los márgenes.
Así que podemos apreciar que lo que está en crisis no es solo la cultura organizacional, sino la forma en que concebimos el trabajo mismo: ¿Para qué trabajamos? ¿Qué sentido tiene el trabajo en una era de automatización, crisis climática y desigualdad? ¿Cómo podemos crear modelos que prioricen la dignidad, la sostenibilidad y la justicia?
Para ti, ¿qué es el trabajo?
Exploramos esto, en la última edición de Creative Talks Podcast:
Te damos la bienvenida a #Cápsula.
¿De qué hablábamos hace un año?
👶 En un mundo como el que hoy habitamos, ¿es egoísta tener hijos?
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🌀 Memes y Futuros
Para comprender el futuro, debemos descifrar el presente—gran parte del cual está inscrito en nuestra cultura digital. Los memes funcionan como artefactos culturales vivos, una mitología digital contemporánea que refleja nuestras creencias, tensiones y rituales sociales.
Desde los futuros, los memes pueden ser señales emergentes que revelan las fracturas, las nostalgias y las ansiedades de una época. Son cápsulas de sensibilidad cultural que permiten rastrear el pulso de lo social y por ende contienen información invaluable de posibles futuros.
Por eso desde Blackschool hemos creado “Memes y Futuros”, un microtaller para aprender a leer los memes no como ruido digital, sino como señales culturales que anticipan posibles futuros.
En 3 horas vamos a:
🧠 Desencriptar el presente
🧬 Hacer arqueología memética
🚀 Hacer memética anticipatoria
🗓️ Próxima fecha: sábado 17 de mayo
⏰ 8:00 am – 11:00 am (hora CDMX)
🌐 Formato: 100% online y sincrónico (vía Meet)
🎟️ Tarifa preferencial: $1,999 MXN (solo para los primeros 10 inscritos)
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Cambios de paradigmas
✨ Usando la IA: de ideación a la terapia
Hace apenas un año, un artículo que analizaba cómo las personas estaban usando la inteligencia artificial generativa se volvió viral. En ese momento, los usos se dividían casi por igual entre lo personal y lo profesional. Pero un año después, algo ha cambiado profundamente: la IA ya no se usa solo para escribir correos o programar, sino para acompañar procesos emocionales.
Hoy, los casos de uso más populares no son técnicos, sino íntimos:
Terapia. Organización de la vida. Búsqueda de propósito.
¿Estamos creando una tecnología para pensar mejor, o para sentirnos menos solos?
Los nuevos datos muestran que estamos delegando no solo tareas, sino decisiones existenciales. La IA nos ayuda a planear hábitos, entender nuestros valores, mantenernos firmes en nuestras metas. ¿Pero qué pasa cuando dejamos que también piense por nosotros? Algunos usuarios lo dicen abiertamente: “Ya no uso mi cerebro, le pregunto a la IA”.
¿Estamos frente a una herramienta de liberación o de dependencia?
¿Estamos ganando claridad o perdiendo agencia?
El informe sugiere que usamos la IA porque no nos juzga, está siempre disponible y nos responde con calma. ¿Pero qué significa construir vínculos emocionales con un sistema que no tiene cuerpo, historia ni vulnerabilidad?
¿Es esto una transición cultural o una señal de agotamiento colectivo?
La IA ya no solo está automatizando tareas. Sino automatizando sentido.
Y eso debería hacernos detenernos a pensar.
Preguntas incómodas
💞 ¿Y si no necesitamos ser agentes de cambio, sino de cuidado?
Vivimos atrapados en un ritmo que no elegimos. Un flujo incesante de eventos que caducan antes de que logremos comprenderlos, de titulares que reemplazan a otros sin dejar espacio para la digestión emocional, y de urgencias que nos arrastran con la promesa de que todo debe cambiar. Ya. Ahora. A toda velocidad.
En medio de esa velocidad, se ha vuelto común hablar del “agente de cambio” como ideal moral y profesional: quien transforma, disrumpe, acelera, lidera, innova. Pero ¿y si esa no es la única ni la mejor forma de habitar este tiempo? ¿Y si el verdadero acto radical ya no fuera cambiar las cosas, sino cuidarlas?
La idea de ser “agentes de cuidado” no nace del cinismo ni de la renuncia. Nace del reconocimiento de que quizás no todo necesita ser transformado, y que en un mundo roto por el exceso de intervención, lo más transformador es detenernos, escuchar y sostener. Cuidar implica un descentramiento del ego y del impacto visible. Supone pasar del foco en el “efecto” al foco en la “relación”.
El cambio como meta única muchas veces repite la lógica que dice combatir: intervenir, medir, optimizar, corregir. Cuidar, en cambio, desobedece esa lógica. Es una práctica de presencia y atención a lo que no siempre se ve: los cuerpos cansados, las emociones desbordadas, los vínculos frágiles, las redes informales que sostienen el día a día. Cambiar puede ser abstracto. Cuidar nunca lo es: tiene manos, gestos, tiempo, cuerpos.
En un presente saturado de novedades —donde el vértigo del “qué sigue” impide asentar el “qué fue”— cuidar es resistir la ilusión de que todo debe mutar. No siempre se trata de anticiparse a la siguiente disrupción, sino de acompañar los fragmentos de sentido que sobreviven al colapso. Mientras los discursos sobre innovación se obsesionan con lo nuevo, el cuidado se enraíza en lo constante: alimentar, mirar, proteger, repetir.
¿Y si en lugar de crear un nuevo sistema, tejemos las condiciones para una vida vivible ahora, aquí, con quienes tenemos al lado?
Hay una diferencia entre querer cambiar el mundo y estar dispuestos a acompañarlo cuando duele.
Quizás esa sea la verdadera forma de cambio: una que no busca sustituir lo que existe, sino amarlo lo suficiente como para querer repararlo.
Cuidar no es lo contrario de actuar. Es actuar con otra escala de tiempo, con otro sentido del poder, con otra definición del éxito.
En este presente roto, inestable y saturado, tal vez no necesitamos más velocidad.
Necesitamos más cuidado.
Señales de posibles futuros
🔧 El auge de las computadoras portátiles "Frankenstein"
En los talleres de reparación de India, donde se ensamblan computadoras a partir de piezas descartadas, emerge un futuro alternativo al de la tecnología de consumo rápido. Lejos del brillo de lo nuevo, estos dispositivos “Frankenstein” son prueba de una inteligencia práctica que resiste al descarte y prolonga la vida útil de lo que otros consideran obsoleto.
La reparación informal de tecnología en India podría ser una antesala de una economía global fragmentada, donde ya no todos acceden a innovación de última generación, pero sí participan del sistema mediante prácticas de ensamblaje, reuso y remanufactura. Si esta tendencia se mantiene y se formaliza, podríamos ver el surgimiento de mercados paralelos de tecnología “de segunda generación”, con sus propias cadenas de suministro, certificaciones mínimas y estándares de funcionalidad básica.
Esto podría transformar radicalmente el panorama digital global. Grandes fabricantes perderían control sobre el ciclo de vida de sus productos, mientras países del Sur Global consolidarían una autonomía tecnológica modesta pero estratégica. Las metrópolis del reciclaje —como Nehru Place o Seelampur— podrían convertirse en centros logísticos y de innovación frugal, desarrollando know-how local y mano de obra altamente especializada en reparación electrónica.
Sin embargo, también plantea retos sobre la política de datos, ciberseguridad y propiedad intelectual: ¿quién responde por una laptop ensamblada con partes de cinco marcas diferentes? ¿Cómo se regula un ecosistema tecnológico sin fabricantes centrales? Si el modelo actual colapsa por razones económicas, ecológicas o geopolíticas, estas redes informales podrían convertirse en el último sistema funcional que mantenga a flote la conectividad básica.
💧 La nube digital secando el planeta
Amazon, Google y Microsoft están construyendo centros de datos —infraestructuras críticas para el almacenamiento en la nube y el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial— en algunas de las regiones más áridas del mundo. Estos centros utilizan enormes cantidades de agua para enfriar sus servidores, y sus planes de expansión, especialmente en zonas con estrés hídrico como Aragón (España) o Arizona (EE.UU.), están generando una preocupación creciente: ¿a costa de qué recursos se sostiene la inteligencia artificial?
Según una investigación de The Guardian y la organización SourceMaterial, estas compañías tienen ya 38 centros de datos activos en regiones con escasez de agua y planean al menos 24 más. En muchos casos, el consumo de agua de un solo centro puede igualar o incluso superar al de poblaciones enteras. Mientras tanto, las empresas prometen ser “positivas en agua” para 2030, una estrategia de compensación que, según expertos, no resuelve el problema local: no se puede compensar el agua que se extrae de una comunidad vulnerable llevándola a otra distinta.
Este fenómeno es una señal clara de futuros en disputa. En un mundo marcado por el colapso ecológico, el modelo de crecimiento ilimitado de la inteligencia artificial se enfrenta a límites materiales ineludibles. El conflicto entre el avance digital y la crisis climática se vuelve cada vez más tangible. Si seguimos priorizando la infraestructura de datos por encima del acceso básico al agua, podríamos estar configurando un futuro donde el derecho a lo digital compita —y gane— contra el derecho a la vida. ¿Qué pasará cuando las decisiones algorítmicas se enfrenten a las necesidades vitales?
Para llevar
Adobe y LinkedIn han unido fuerzas en el programa "Verificado en LinkedIn", que permite a los usuarios mostrar su identidad y acreditar automáticamente su autoría en ambas plataformas mediante una sola verificación, integrando así credenciales personales y de contenido en un sistema compartido que busca fortalecer la confianza y combatir la desinformación en la era de la IA.
⚠️ IA reemplazando a trabajadores venezolanos
Durante años, miles de migrantes venezolanos encontraron en el trabajo digital una vía de subsistencia: etiquetado de datos, redacción SEO y moderación de contenido. Sin embargo, el auge de la inteligencia artificial generativa ha desplazado estas tareas, reduciendo drásticamente las oportunidades y los ingresos para estos trabajadores. Muchos, como Oskarina Fuentes, enfrentan ahora la incertidumbre de una economía digital que ya no los necesita.